La inversión atraviesa uno de los momentos más críticos de las últimas dos décadas. Los datos oficiales muestran que la Formación Bruta de Capital Fijo cayó 6 por ciento en el tercer trimestre del año y acumuló su segundo período consecutivo de retroceso, en un contexto de fuerte deterioro del clima económico.

El dato más contundente surgió del Banco Central, que informó que la inversión extranjera directa registró un saldo negativo por primera vez desde 2003. Entre enero y noviembre de 2025 se produjo una salida neta de capitales por USD 1.521 millones, un quiebre histórico que compromete las perspectivas de crecimiento y empleo.

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Las cifras del Indec revelan que, si bien la inversión mostró un crecimiento interanual del 10,3 por ciento en el tercer trimestre, el número oculta una marcada contracción respecto del trimestre previo. La dinámica de los distintos componentes evidencia una recuperación frágil, insuficiente para consolidar una tendencia sostenida.

La Formación Bruta de Capital Fijo mide la inversión total destinada a ampliar la capacidad productiva de la economía, incluyendo construcciones, maquinaria y equipos de transporte. Se trata de un indicador clave para evaluar el crecimiento de mediano y largo plazo, ya que refleja la acumulación de capital y la capacidad futura de producción.

En el desglose de los datos, la inversión en construcciones creció 2,3 por ciento interanual, mientras que el rubro de otras construcciones cayó 9,4 por ciento. La maquinaria y equipo aumentó 13,8 por ciento y el equipo de transporte registró un alza de 27,7 por ciento, impulsada principalmente por bienes importados.

El contraste entre producción nacional e importada es marcado. Dentro de la maquinaria y equipo, la producción local cayó 6,6 por ciento, mientras que el componente importado creció 28,9 por ciento. En el equipo de transporte, la producción nacional retrocedió 9,2 por ciento y la importada se disparó 164,9 por ciento, lo que muestra una recuperación apoyada en el exterior y no en la industria local.

El balance cambiario confirma la gravedad del escenario. En las últimas dos décadas, la Argentina había mantenido saldos positivos de inversión extranjera directa incluso en períodos de crisis. En 2025, la tendencia se revirtió de manera abrupta y derivó en una salida neta de capitales.

La desinversión se explica por el retiro de empresas de sectores estratégicos. Entre 2016 y 2019, la inversión extranjera directa promedió USD 3.235 millones anuales, pero el flujo se redujo de forma sostenida entre 2020 y 2023 y se profundizó durante 2025 hasta alcanzar un resultado negativo.

El sector energético aparece entre los más afectados. Compañías como ExxonMobil y Petronas comenzaron a desprenderse de activos en Vaca Muerta, mientras que otras firmas internacionales evalúan reducir su participación en proyectos clave de la cuenca neuquina.

También se registraron salidas relevantes en el consumo masivo y las telecomunicaciones. Procter & Gamble dejó el país tras vender su operación local al grupo Newsan, y Telefónica de España transfirió su filial argentina a Telecom Argentina por USD 1.245 millones, una de las operaciones más importantes del año.

De cara a 2026, el escenario abre fuertes interrogantes. El Gobierno impulsa una reforma laboral con incentivos a la formalización y reducción de contribuciones patronales, pero estimaciones privadas advierten que para sostener el esquema sería necesario aumentar el empleo formal en un 16 por ciento, lo que implicaría sumar alrededor de 1,5 millones de trabajadores registrados.

La combinación de caída de la inversión, fuga de capitales extranjeros y debilidad en sectores intensivos en empleo pone en duda las proyecciones oficiales. Con una curva de inversiones en descenso, el desafío para la economía argentina aparece cada vez más complejo.