El Monumental esperaba una noche de fiesta. Era el último partido de River en casa antes del Mundial de Clubes y todo parecía dado para cerrar la fase de grupos con un triunfo que lo dejara bien posicionado de cara a los cruces. Pero el equipo de Marcelo Gallardo tropezó, empató 1-1 con Universitario y dejó una imagen deslucida que encendió las alarmas justo cuando más necesitaba confianza.

River arrancó con ritmo y control. Se adelantó con un buen gol de Facundo Colidio y parecía tener el partido en sus manos. Pero sobre el final del primer tiempo, un error grosero de Franco Armani en una salida aérea le permitió al equipo peruano empatar y cambiar el guión. Fue un mazazo del que el Millonario no se recuperó más.

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“En el segundo tiempo jugamos mal”, reconoció Colidio, en una frase tan breve como contundente. Gallardo buscó variantes, movió el banco, cambió el esquema, pero el equipo perdió claridad, intensidad y dirección. Driussi y Colidio no se conectaron, Nacho Fernández bajó su nivel, Mastantuono intentó pero sin precisión, y ni siquiera Castaño —el motor del medio— logró imponerse. Los centros llovían sin peligro y Universitario resistía con orden.

Para el equipo visitante fue una noche inolvidable. No llegaba a octavos de final desde 2013 y celebró en Núñez como si hubiera ganado un título. Para River, en cambio, fue una señal de alerta. No solo perdió terreno en la tabla general frente a San Pablo, sino que ahora deberá esperar lo que hagan Racing, Vélez y Central Córdoba para saber si podrá definir en casa en las próximas fases.

La sensación en el Monumental fue de decepción. Un equipo sin reacción, sin juego ni rebeldía, que dejó pasar una oportunidad clave. Gallardo, que ya había dicho tras otro empate: “Tenía todo para pasarla bien y la pasamos como el culo”, bien podría haber repetido la frase. Porque River volvió a decepcionar justo cuando necesitaba empezar a parecerse al equipo que sueña con levantar un trofeo mundial.