El juicio por la muerte de Diego Armando Maradona quedó envuelto en un escándalo judicial de proporciones inéditas: una jueza del tribunal, Julieta Makintach, participó activamente de un documental que narraba la causa como si la sentencia ya estuviera escrita. La revelación forzó su apartamiento inmediato y la anulación de todo el proceso. Ahora habrá que sortear un nuevo tribunal y volver a empezar desde cero, lo que podría demorar el juicio hasta 2026.

El documental en cuestión, titulado Justicia Divina, mostraba a Makintach como figura central de una serie de estilo true crime, con imágenes suyas ingresando al juzgado, maquillándose y anticipando –en tono épico– la culpabilidad del equipo médico que atendía a Maradona. Los fiscales Patricio Ferrari y Cosme Iribarren presentaron las pruebas en audiencia: un pendrive con trailers, guiones y escenas grabadas que no dejaban lugar a dudas. Entre los materiales constaba incluso una planificación para filmar en su domicilio.

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Aunque en un principio negó su participación, Makintach no pudo sostener la versión: el contenido revelaba vínculos personales con la productora –dirigida por una amiga de la infancia– y un compromiso directo con la narrativa del proyecto. “No conocía ese material”, insistió. Pero sus colegas del Tribunal Oral N° 3, Maximiliano Savarino y Verónica Di Tommaso, se despegaron tajantemente. “No está en mis valores autorizar una cámara oculta”, dijo Di Tommaso, visiblemente conmocionada.

Los capítulos de la serie tenían títulos como La justicia y la sentencia, y el eje era claro: mostrar el juicio como una confirmación cinematográfica de la culpa de los acusados, entre ellos el médico Leopoldo Luque, la psiquiatra Agustina Cosachov y el psicólogo Carlos Díaz. La jueza, convertida en estrella de su propia producción, vulneró así uno de los pilares básicos del derecho: la imparcialidad.

La consecuencia directa es demoledora. Todo el juicio se cae. Habrá que sortear nuevos jueces, notificar a todas las partes, revalidar pruebas y rearmar la lista de testigos. En los pasillos de Tribunales se estima que el nuevo proceso podría no arrancar hasta dentro de un año y medio. “Se la comió el personaje”, resumió un colega de Makintach en San Isidro, entre la bronca y la vergüenza.

Pero el mayor daño no es procesal, sino institucional. La causa por la muerte del ídolo más grande del fútbol argentino quedará marcada por la vanidad de una magistrada que eligió protagonismo antes que justicia. Y mientras se apaga la luz del set, la verdad sobre la muerte de Maradona sigue esperando su día real en los tribunales.