DEPORTES
7 de octubre de 2025
Adiós al último dorado: Carlos Delfino anunció su retiro y se cierra una era del básquet argentino

A los 43 años, el “Lancha” puso fin a una carrera de 27 años que lo llevó de Santa Fe a la NBA y al oro olímpico en Atenas 2004. Con su adiós, se despide el último representante en actividad de la Generación Dorada.
“Jugar, no juego más”. Con esas palabras, Carlos Delfino confirmó su retiro del básquet profesional y marcó el cierre de una etapa gloriosa para el deporte argentino. El santafesino, símbolo de talento y perseverancia, decidió colgar las zapatillas tras más de dos décadas de carrera, en las que conquistó títulos, sorteó lesiones y dejó una huella imborrable.
Delfino jugó su última temporada en el Benedetto XIV Cento de Italia, donde disputó su último partido el 23 de marzo. A los 43 años, eligió despedirse en silencio, sin homenajes ruidosos ni flashes, pero con la tranquilidad del deber cumplido. “Me cuesta, pero estoy en paz. Ya no tenía ganas de entrenar, y después de todo lo que pasé, sentirme bien físicamente ya es un premio”, contó.
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Su historia comenzó en Santa Fe, en el club Círculo Israelita Macabi, antes de pasar a Unión y debutar en la Liga Nacional con Libertad de Sunchales en 1998. De allí saltó a Europa, brilló en Bologna y en 2003 hizo historia al ser elegido en la primera ronda del Draft de la NBA por Detroit Pistons, el primer argentino en lograrlo.
Durante ocho temporadas en la liga norteamericana, vistió las camisetas de Detroit, Toronto, Milwaukee y Houston. Sin embargo, su legado más grande nació con la Selección Argentina: campeón olímpico en Atenas 2004, medallista de bronce en Pekín 2008 y parte esencial del grupo que cambió para siempre la historia del básquet nacional junto a Ginóbili, Scola, Nocioni y Oberto.
En 2013, una gravísima lesión en el pie derecho amenazó con ponerle fin a su carrera. Pasó más de tres años fuera de las canchas, con diez operaciones y una recuperación que parecía interminable. Pero volvió. En 2017, con la camiseta de Boca, demostró que la pasión podía más que el dolor.
Lejos del ruido de los estadios, Delfino ahora disfruta del tiempo con su familia. “Me gusta llevar a mis hijos a la escuela, ocuparme del jardín. Por ahora, el básquet queda en pausa, pero siempre va a estar en mi vida”, confesó.
Con su retiro, se apaga la última llama de la Generación Dorada, aquella que llevó el nombre de Argentina a lo más alto del básquet mundial. Pero el legado del “Lancha” —y de toda esa camada irrepetible— seguirá iluminando a quienes sueñan con volver a hacer historia.